martes, 1 de octubre de 2013

Vivir del miedo

Claro que a veces tengo miedo, muchas veces tengo miedo.

Miedo a no sentir la intención de un beso, a no percibir el calor de un brazo sobre mis hombros.

¿Te imaginas nunca más volver a sentir que la piel se te eriza?.

No podría vivir sin que el viento me traiga algo que me endulce los oídos y me llene de agua los ojos en forma de erupción, esperando estallar y mostrarse deslizante entre los años que mi cara carga.

Que nadie me deje sin sentir ese despertar cansado, luego de dormir incómoda en una cama de una plaza llena de amor. Que nada haga que me pierda de moverme  con cuidado para no despertarte y aún así hacerte abrir los ojos, y ante mi cara de “te juro que intenté no despertarte” tu cuerpo entibie mi frío de culpa.

¿No sentir que me sobra espacio en el cuerpo cuando alguien se va y ni siquiera parpadear para no perderme ni un segundo de luz? No por favor, eso tampoco lo quiero perder.

El miedo de que se queme la bombita del mundo y algún día dejes de hacerme reír, de hacerme caminar, llorar y enojar tanto que termine confundida sobre el motivo principal del enojo. Ese miedo si que da miedo.

Déjenme así. Déjenme sentir. Prefiero temblar de miedo porque el eco del universo se deje de sentir y me atornillo las patas en el medio del ciclón con tal de que no me lleve volando todo lo que el frío y el calor me hacen sentir.


Eso si, no me apaguen la luz de la pieza si no tengo sueño, porque ante la inmensa oscuridad, sinceramente, no se que hacer.

martes, 24 de septiembre de 2013

Alergica al polen

Me desperté y me dormí tantas veces por miedo a que se apague, que los ojos ya no sabían si cerrarse o quedarse a medio levantar.

Me miré tan quieta que me asusté, se me había hecho costumbre y casi creí que era vital el movimiento abdominal causado por tanta risa, de esa que te agarras la panza porque necesitas hacer presión para que la estallada calme, y aun así, toses medio atorado y seguís riendo.

Te miré tantas veces para saber si eras quien creía y quién quería que aparezca.

Acomodé el pelo como acto de prolijidad disfrazando un sano gesto de caricia. Pasé mi energía y recibí del afuera por medio de las extremidades, fuerte y abundante, gran caudal de vida rellenándome el alma sin fondo.  Y eso que yo en el alma mucho no creo.

Me duermo tantas veces pensando que me voy a despertar otra vez, que a veces es tan intenso el deseo que duermo, profundo, infinito y mi cabeza descansa de querer despertar.

La primavera me entró por el oído, en forma de susurro y me sacó  la ropa de la historia para dejarla en un piso húmedo de alcohol.


Ahora cierro los ojos y los froto, no se, esperando que tal vez  salga el genio que cambie de canal.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Mal Viaje

Toneladas de insultos como bombas de alquitrán en una linda pared blanca, forman un tren que no descarrila sino hasta el momento en que se da contra algo muy grande, fuerte, resistente.
Pero donde la entereza nos juegue una mala pasada el choque puede ser tremendo.

Tren humeante y contaminante que traza caminos de bajezas y desesperación  y  chilla por frías vías.
El dolor es pasajero estrella de este viaje. Es él quien tiene, además de cómodo sillón, un taburete a medida para descansar los pies destrozados de tan mal caminar.
La inferioridad lo codea y le agradece el pase libre que éste le regaló, para poder acompañarlo durante las horas más tensas que se avecinan.
El conductor, una cabeza que sangra, donde los ojos ya son uno solo y la nariz de tantas mentiras ahora ocupa el lugar de la boca, donde antes, alguien sonrió.

La eternidad es la meta fija de este crucero siniestro.

El egocentrismo, la indiferencia y el odio se mezclan con el fuego que permite que las ruedas no dejen de girar, sacando chispas que encandilan todo alrededor.

El vendedor turístico que invita a la travesía al bajo costo de la necesidad. Y la luz, que se llena de humo.

Todos sabemos de este tren. Algunos subieron y se dieron cuenta después de pocas cuadras, que la máquina gira en círculos y advirtieron, que en cualquier momento, donde uno frene sin querer, el tren choca contra si mismo y la explosión puede ser letal.

Pero no se desespere oscuro pasajero, siempre hay una ambulancia de amor cuando el humo se va.


Siempre hay una estación para poder bajar.

jueves, 29 de agosto de 2013

El "afuera"

Hay veces en que uno quiere huir del mundo, escapar, correr despavoridos de este lugar, que es el único lugar aparente que tenemos. Lleno de recovecos, altos y bajos, repleto de figuras enormes donde poder camuflarnos.

Están los que sostienen que  huir,quiere decir cambiar lo que refleja un espejo, un vidrio o el recuerdo mismo. Se rapan, se agujerean, usan túnicas, se visten, se desvisten, se sacan, se ponen, se miran y no se reconocen.

Están los que corremos para adentro, como cuando nos retaban de niños porque estábamos haciendo algo afuera que no correspondía, como cortarle el pelo al perro, cruzar la calle sin permiso para ir a buscar la pelota o comer tierra, esas cosas de niños revolucionarios que teníamos;  y ante el grito de “si te agarro te matooo” de algún mayor responsable, siempre, pero siempre, corríamos para adentro, es más, si era posible a la habitación, donde uno creía que era su muralla, su trinchera.
Y las cosas que se aprenden de niño, uno nunca se las olvida. Por eso existimos esos que cuando queremos escapar, recurrimos a nuestra trinchera. Historias perfectas. Un encuentro, un amor. De golpe colores, arboles, flores, ríos. Noches con estrellas fijas y “de las otras”. Sinceridad. Abrazos. Y de pronto la trinchera interna parece un auto de circo, donde comienzan a aparecer personas, personajes, reales, inventados, reales con detalles inventados. Fiesta. Papelitos. Lluvia de esa que no te deja un resfrío después. Flores. Abrazos.

Nunca faltan aquellos que  corren y corren atrás de su cola, hasta que alguien les cierra el portón  y terminan encerrados del lado de afuera del adentro del que querían escapar.


Y hay quienes se la bancan, y no dejan de luchar por hacer algo de lo que nadie se quiera escapar.

miércoles, 26 de junio de 2013

Wait!

De las cosas que más me aburren en la vida se encuentran: contar las cartas de un mazo antes de empezar a jugar  para saber si están todas, desenredar el cable de los auriculares, secar cubiertos y esperar a que se seque el liquid paper.

De las cosas que más me cansan se encuentran: limpiar los azulejos del baño, subir escalones muy altos, la televisión y esperar el bondi.

Si bien, la última no requiere de un esfuerzo físico más que sentarse en una parada, necesita del esfuerzo más grande que existe en el mundo, el de esperar.

El que espera no desespera dicen, no es mi caso.
No solo me pone de los pelos, sino que también me hace perder.
Pierdo momentos, horas de sueño, tiempo.. pierdo mucho y valioso tiempo ahi parada, mirando cosas que no me llaman la atención, girando sobre un mismo cuadro, sentándome, parándome, solamente por un motivo: el bondi.

Y así pasa con todo lo que espero.

No se quién inventó que esperar era bueno, alguien que definitivamente no entiende que lo que se va en una sala de espera, no se recupera al entrar a la consulta.

El tiempo que se espera por amor, no se recupera cuando se logra el beso, la mirada, el tacto, al contrario, se corre el riesgo de que uno se olvide que esperaba.

El tiempo que se pierde esperando una respuesta, puede significar que se terminen las preguntas, o encontrar nuevas respuestas que deforman la pregunta inicial y se complementan con nuevas hipótesis confirmadas.

Todos sabemos que el precio que pagamos por vivir es invertir el tiempo, es cambiarlo por lo que nos deslumbra, nos llena de luces y nos acelera la sangre. Pero el tiempo es como el agua, si no se emplea de forma consciente y aprovechable, ya no vuelve, no se regenera, se pierde.

Así como deberíamos cuidar los recursos deberíamos cuidarnos a nosotros de no quedarnos sin el mayor de ellos, el tiempo.

viernes, 21 de junio de 2013

Quiero vale cuatro


Si el camino de Virgilio fue capaz de volverse un mar de caras y lo llevó hacia el infierno, ¿por qué el nuestro no puede tener un par de baches, montañas y cortes de luz?. ¿ Por qué siempre tenemos que sentir que estamos en el desierto donde llueve fuego como Ulises?. Todavía es agua lo que nos cae, y eso tiene que ser valorado.

Como también tiene que ser valorado cada esfuerzo, cada movimiento, cada puesta energética en algo o alguien. Pero tiene que ser valorado por nosotros mismos, y eso es lo único que nos va a servir en esta ruta para poder seguir. Porque para el que no ve lo hermoso que uno es en las cosas que hace, resulta muy fácil, para aquellos que tienen el núcleo helado, enfriarnos la sangre. Y no hay nada peor que una gran recipiente lleno de amor a punto escarcha. Porque pesa, duele y contagia. Congela todo lo que toca, todo lo que ve, todo lo que piensa. Y a veces somos nosotros los que bailamos en el pensamiento de una cubeta de hielo, de esas que hace años están en el freezer del Universo, que por más que se descongele una vez cada tanto, como la heladera de mi casa, nunca van a lograr vaciarse y volverse a cargar, si ellos no lo permiten, si ellos se quedan en eso de que “el hielo es solo para enfriar”

Y esas mismas personas son las que se olvidan de que antes de ser árbol fueron semilla. Semilla a la que alguien regó, le cantó, le habló cada tarde y creció a la par disfrutando de la sombra que comenzaba a dar. Y quien te dice que no puedan ser ellos mismos los que mañana se pongan a sembrar.


Hoy el individualismo nos come los talones que maravillosamente tapamos con grandes zapatos para disimular que cada día tenemos el pie más chico. 
Hoy importa estar en el escalón más arriba, así no sea el de la cima, pero si adorar ser el dueño de una vista que no se pretende compartir y conformarse con el eco como respuesta ante un “qué hermoso es todo desde acá!”.  
Hoy importa cortar menos diez en la primera mano, cuando todos van 98, para ganar, aunque la conga se termine. 
Hoy la gente no acepta un re truco por miedo a perder, porque antes de dejar las cartas y empezar de cero con la hoja en blanco, prefieren  retirarse victoriosos y nunca más volver a jugar.

jueves, 6 de junio de 2013

Nosotros los colores

Cuando el dolor es inminente los cuerpos se caen, las pieles se derriten, solo queda lo que somos, y perfectamente podemos mezclarnos y ser otro o ser un todo.

Porque está bien que deba existir un código de supervivencia y equilibrio, en donde las malas actitudes o las máquinas escupeenergíaspesadas no abunden.
Está bien que se establezca una unión de confianza, de respaldo, apoyo y recarga.
Es necesario que nos respetemos como personas de cuerpo entero y vestido, pero no nos olvidemos que también tenemos que respetarnos del lado de adentro.

No por tener una mala experiencia con otra persona, las próximas que te interrumpan el paso van a ser iguales, ni tampoco es uno que marca la tendencia a rodearse de las mismas. Es la necesidad del otro ser por descargar en uno lo que no puede resolver consigo mismo. Y esa gente va a las fuentes de energía más cercana que tiene, así sea la persona que más presente estuvo. Son como celulares con la última raya de batería que buscan a todo o nada un cargador, así tengan que hacerlo explotar mientras ellos puedan quedar con la pilita llena.

Pero así como ellos, nosotros también necesitamos de otros para poder recargar y seguir. Solo que lo hacemos de diferentes maneras y muchos, con el fin de que sea renovable y sirva para las dos puntas del canal, para el que emite y para el que recepta.

Cuando las cosas se ponen pálidas es cuando todo esto desaparece o debería desaparecer. Aceptándonos como parte de un todo, un algo maravilloso que no para de irradiar energía, de canalizar y transmutar. Cada uno de la forma que le sale, pero saliendo al fin. Es como cuando el rayo de luz blanco atraviesa un prisma óptico  y se separa en muchos colores, lo mismo. En este caso nosotros seríamos los colores y necesitaríamos llegar todos juntos al prisma para ser uno solo recargado, fuerte y resistente.

Si todos, por un momento, tomásemos al otro como un semejante y no por lo que significa según sus actitudes, nunca quedaría alguien en banda cuando más lo necesita. De esta manera evolucionaríamos como especie y estaríamos dando un gran paso hacia una nueva era.

El mundo está lleno de amor, de fuerzas y vientos de cambio, hay que estar atentos porque mientras acá la quedamos, allá arriba las lucesitas no paran.


viernes, 31 de mayo de 2013

por el lado del chofer que hay lugar

Cuando uno realmente se pone a pensar el sentido de lo conocido y establecido, entiende que algo cambia, que algo se libera y las cortinas se empiezan a correr.

Dejamos pasar muchos bondis que nos podían meter en nuevos caminos, simplemente por creer que esperando el directo se iba a llegar triunfante y radiante, y en verdad, el destino siempre es el mismo.
Nos subimos tratando de encontrar asiento, si es mejor del lado de la ventanilla, donde el solcito pega rico. 
Después de tanta acomodada, buscamos la música que nos aísle para cerrarle los ojos al sol por el que tanto empujamos. Y no va a ser la primera vez que te despierte un golpe de palmas acompañado de un “destiiiinoooo”, teniendo que bajar por la puerta de atrás, con la sensación de que te olvidaste de algo.

Es mentira que el tren no vuelve a pasar, los trenes pasan, todo el tiempo. Mientras uno se rasca el ombligo intentando escalar un tobogán de abajo hacia arriba, del otro lado del arenero las hamacas se siguen moviendo y pasan por ellas miles de personas al mismo tiempo. Y uno se mira la barriga y piensa.. y piensa.. y piensa.. . Y así estamos de tanto pensar, con el dedo metido en el ombligo ya inmóvil que ni siquiera nos satisface con una rascada.


Pero es necesario reaccionar y pensar que si todavía sigo mirándome el ombligo quiere decir que por esta parada mi bondi no pasa. Hay que caminar unas cuadras más y fijarse qué otro te lleva, y dejarse llevar. 

jueves, 16 de mayo de 2013

Apagón


El momento está planteado para que algo pase, para que algo empiece o para que algo no se apague.

Las dificultades de los encuentros no siempre tienen que ser culpa de alguien, puede ser que la imantación esta vez no funcione. Puede ser que tu cabeza teja y la mía desteja. Puede ser que se te esté por caer un botón, o tengas el nudo muy apretado. Pero no puede ser que alguien tenga que ser siempre el culpable de lo que no sucede.

Estamos rodeados de cosas que no nos sirven y que a grandes cucharadas vamos confundiendo con el remedio para la cura de algo que ya estaba curado desde el comienzo. 
Estamos enfermando creyéndonos doctores matriculados y ejemplares.

Estamos tomando el agua que nos están meando y de paso, nos están cobrando. Es casi tan absurdo como que nos cobren el aire que respiramos, y aún así, lo pagaríamos, orgullosos de tener las cuentas al día.

Estamos creando lugares hermosos para vivir allá donde vivían los árboles, pero como nunca nos detenemos a contar cuantos quedan, no somos conscientes de que ya casi no quedan. Y de esta manera los hijos que vamos a tener, después de escribir un libro no van a tener el árbol que completa la trilogía donde treparse, hamacarse, respirar y vivir. Porque no hay lugares para los árboles.

Nos estamos metiendo entre las sábanas como espías, para ver a dónde va esa manito.
Para ver que al lado de una pierna pelada haya una pierna peluda.
Para ver un par de tetas recostadas a un masculino cuerpo y sacarles una foto de mural, para que nos acompañe durante el resto de nuestras vidas como la felicidad eterna. Y a veces, hay quiénes se sacan esa misma foto y no están sonriendo, no están disfrutando, no están amando.
Hay peludos que se aman entre peludos.
Hay tetas que aman tetas.
Hay más allá de cuerpos, hay mucho más.

Hay correntadas de energía alrededor de nuestros ombligos, que van y vienen desaforadas.
Hay ojos con rayos X que queman las venas y las hacen hervir.
Hay manos frías que esperan que la cabeza mande “esa” indicación para entibiarse y entibiarte.

Estamos corriendo a oscuras.
Hay veces que la luz no importa, que correr con lo de afuera apagado no es un riesgo si lo de adentro está prendido.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Ca$h-ate


Es increíble como los seres humanos se acostumbraron a ser dirigidos por el primero que se les para adelante y con voz firme les dice que es lo que está bien o qué es lo que está mal.

Y claro, es más fácil que alguien maneje sus vidas, a hacerse cargo y ser responsables de uno mismo. Obviamente, todo tiene una gran manta de libertad, prosperidad y derechos humanos, que terminan cuando te encajan un escopetazo entre ceja y ceja. Y aún así les dicen “yes Sr”.

Lo único que se les puede agradecer es el Rock and Roll, al que supieron censurar y desmerecer, estos mismos que ahora te dicen con orgullo “nosotros somos el rock”.

Con un poco de historia se puede entender que esto no es de ahora, que siempre, vaya a saber porque motivo, fueron respetados y se auto-posicionaron un escalón más arriba, siempre.

Ellos te dicen qué comer. Clin! (les gustamos regordetes y jugosos)


Ellos te dicen qué tomar. Clin! (bien efervescente y artificial)

Ellos te dicen qué escuchar. Clin! (“oh yes”)

Ellos te dicen quiénes son los malos- Clin! (todo aquel que se defienda con propiedad)

Ellos te dicen que película mirar. Clin! (y los concentran en un mismo lugar)

Ellos te dejan saber lo que quieren que sepas. Clin! (el cielo está controlado)

Ellos te ocultan lo que no pueden resolver. Clin! (se nos viene el cielo encima)
Clin.
Clin-Caja.

Gente que se beneficia con una guerra no es gente.

domingo, 21 de abril de 2013

Insegura seguridad


Me encanta cuando el cielo se alborota y nos saca esa idea de antropocentrismo.

Sentirse seguro en una casa bajo tres llaves, alarma, seguros de vida y un arma en el cajón.
Seguros ganando abultados sueldos.

Seguros porque tenemos una tarjeta de crédito.
Seguro porque los niños miran basuras animadas a todo color.
Seguros porque si llueve hay un auto que te lleva a donde sea y tu vestidito solo tendrá unas gotitas que hasta llegan a combinar con el color de tus ojos.

Seguros, porque tenemos la libertad de hacer lo que queremos a nuestro antojo, y después de encajar la pata hasta el fondo, algo que no se ve podrá perdonarnos, porque así lo imaginas y así eso quiso que lo creas.
Seguros con los pibes atras de las puertas blindadas, con ventanas enrejadas, televisores encendidos y niñeras bien pagas.
Seguros porque la comida viene en latas y más seguros porque tenemos abrelatas.

Pero bastan con unos pocos segundos, para que la noche parezca día de un momento a otro, gracias a algo que viene de algún lugar, de por allá arriba y nos patea la silla de la seguridad.

Desprotegidos en la inmensidad del Universo para hundirnos en el gran ombligo del mundo.

martes, 16 de abril de 2013

Brazos para abrazos


Cuando juegan con la serenidad de la gente, hacen que las cosas se vean diferentes.
Así como husmear detrás de una persiana con el sol de frente. Embocarle a los agujeritos y que no se te tuerzan los ojos.
Te da dolor de cabeza, atrás un bocinazo, un rechifle de viento en la ventana del baño que te cierra de un portazo el paso hacia el jardín.


Sembrando el miedo en otoño para recogerlo en primavera y volver a sembrar aunque no sea época para esperar en grandes sillones una gran cosecha.
Porque todo es a lo grande, las camas donde duermen, que viene con somníferos para aquellos a los que la cabeza todavía les pesa.
Enormes inodoros donde quepa toda la mierda que tienen de relleno.
Amplios televisores que acompañan el ensanche de los gobiernos, que día a día se desparraman por encima de sus cinturones, y donde te hagas el loco, sentirás la hebilla en la frente.
Grandes zapatos que creen poder usar y terminan siendo un laberinto sin salida, que escupe olor a pasos mal dados. 
Y por más que le agregues agujeros al cinto con un cuchillo, la falta de buenas decisiones hacen que los calzones en algún momento se caigan y el culo que mal se limpia, quede en evidencia.


Existen quiénes suben la música al palo.
Los que requiebran las caderas para barrer.
Los que abren las ventanas, las puertas, bailan en compañía de las cortinas. Y sienten tan a lo grande las cosas cada vez más pequeñas que amontonadas, unas sobre las otras, pueden comunicarnos con lo que por allá se descuelga, pasea, vuela y nos mira.
Lo más grande que poseemos los torcidos, son los brazos, a algunos nos faltan centímetros, pero al unirse con otros pueden alcanzar la libertad.


Los brazos unidos siempre serán temidos.

martes, 2 de abril de 2013

Imán


Hay un momento donde el corte de luz es casi necesario.

Cuando uno tiene más de una sensación activa casi al mismo momento, difícilmente se pueda manejar sin ser abordados por las mismas.

Cuando venis con ganas de ir al baño, después de una hora de aguantar en el bondi que pasó por todas las calles coloniales posibles, en el momento que estás entrando se te aflojan las piernas primero que nada. Ese correr con las rodillas casi pegadas sabemos que es imposible y dificulta más la llegada, pero igual lo haces. Si es pantalón con botones, se te enredan los dedos y si es un jogging es que una buena tenías que pegar. Y se sentas, alivio, placer y todo lo que antes venía a 220 pasa a bajar de velocidad, movimientos lentos, cuidados. Esa sensación parecida a cuando apoyas la cabeza en la almohada después de 30 horas de gira.
Con la atracción de persona a persona pasa lo mismo. Cuando te agitan la botella y la efervescencia sufre un descontrol interno, cada burbuja refleja una sensación, entreverada, enloquecida. Si venías con ganas de ver al atraído/atractor (aunque no exista no queda mal) generalmente uno hace un paneo general de la situación, un mapa semántico de opciones posibles para cumplir con todo lo que se espera sin que se note que eso mismo era lo que se estaba esperando. Y no, no es fácil.
Cuando la imantación comienza su trabajo de la forma más ruda e insoportable, la cabeza estalla, la sangre te juega una fórmula uno, el cuerpo comienza con movimientos no planificados y de esos que generalmente no concuerdan con el contexto. Te reís de nervios, te enojas de nervios, no queres pasar de nervios pero de los mismos nervios, pasas.
La tormenta se desata, rayos, truenos, centellas, tsunamis.  Pero siempre hay un rayo que te salva la vida y te achicharra un cable. 

Corte de luz.
Alivio.
Todo vuelve a su lugar y la atracción puede disfrutarse como se debe, acercando por sensación, mirando con el cuerpo.

domingo, 24 de marzo de 2013

Yo, sueño


Todavía sueño con que la gente no tenga que pagar por lo que encuentra mirando por la ventana.

Y a veces cuando estoy en medio de esos sueños, las personas lo obtienen pero sin siquiera abrir la ventana. Solamente lo miran, lo admiran, se les mete en el cuerpo el color, el sabor, el olor, y lo consiguen.

Algunas escenas que mi mente recrea, ocurren en el espacio compartido, al aire libre. En una montañita de pasto medio pelada, que da una vista bastante repleta. Casas, edificios, arboles, antenas, postes de luces encendidas y de los otros. Desde allí se puede armar y desarmar a piacere la imagen, sacar una antena de al lado de una casa para ponerla en el medio del lago. A la vez sacar el lago y ponerlo arriba de un árbol que está plantado al revés, con las raíces en contacto directo con el sol. En la mitad del poco cielo que se ve hay sol, en la otra mitad hay olas. Lo divertido, es que cuando ese sueño termina, todo queda así, y si alguna vez lo puedo retomar, la máquina del tiempo me deja el juego como la última vez.

A veces, sueño que estoy soñando.
Que si cierro los ojos y los aprieto bien, puedo sentarme a jugar con la ciudad.

Todavía sueño con la utopía de que lo que necesitamos ya lo tenemos, pero no en forma de utopía. 

viernes, 22 de marzo de 2013

Semáforo


El encuentro es para mi, el mejor momento del día.

Siempre nos encontramos con alguien, donde sea, quien sea.
A veces nos  sorprende, por el tiempo en que la hora en la que salimos de nuestras casas coincide con la hora en la que alguien pasa por la puerta de tu casa en el auto y justo te ve. Pero a veces nos sorprende porque, ese momento en que ibas por las esquina  y te acordaste que no llevabas llaves, volviste, agarraste las llaves y de nuevo a salir, te puso en el mismo lugar que alguien pisa , todos los días después de que vos en hora cruzaste.

A veces nos sorprende entrando en un lugar donde uno decide sentirse pleno, donde uno explota y revienta de todo y todos, y esparce lo que es por  los rincones. Y esos nidos donde hay más gente revoleando sus cosas por el aire, provocan que mis cosas y tus cosas en algún momento se mezclen. Y que cuando yo vaya a juntar lo mío, pueda darme un cabezazo con vos, que en el mismo momento te agachaste a juntar lo tuyo. Y esos golpes de la vida, son los lindos acomodos. Ese momento en que todo se equilibra, se ordena. El momento del poder. Un simple revoleo de ojos hace que todo vaya a su lugar a lo Matilda. Listo, es la palabra central que faltaba en el crucigrama para poder arrancar.

Y como todo crucigrama, a partir de eso, el resto de las palabras pasan si  o si por la principal. Se cruzan. Otra vez enredos. Otra vez mezclar mi costumbre de ponerle limón a la sopa, con tu costumbre de tocarte la pera cuando pensas con los ojos abiertos. Cruzar mi gomita del pelo negra con la tuya del mismo color y no tener problema de equivocarse al otro día. Uno permite esos errores cuando se choca de frente con un acomodador.
Cruzar todo lo que no sé y no espero, con todo esto que traigo encima desde que arrancó el camino. Este camino que como mochilera voy recorriendo, donde tengo mi propio “salón de los pasos perdidos” ambulante. Huellas de tod@s, y algún que otro muerto en alguna bolsa que por suerte, no se podrá identificar, así encuentren la caja negra.

Dobles vías, rotondas, cinco cruces, pasos nivel, caminos. Oportunidades. El semáforo siempre pasa de amarillo a verde.

domingo, 10 de marzo de 2013

Cinturón


Nuestros mundos se están sacudiendo.
Está creciendo algo que necesita cosas de nosotros para poder ser. Cosas que tenemos que dejar, así como una ofrenda.

Estamos en procesos de cambio, pata en el acelerador, los ojos bien abiertos y a ver que pasa.
Momento de evolución para unos, involución para otros.
Algunos estamos pasando, otros quedarán y serán una foto de lo que fuimos.
Dice una murga “cambio de siglo, ajústense los cinturones”. Cambiaría “siglo” por “era” y el “ajústense los” por “ajústense al”.

Allá enfrente están ardiendo y de un soplido algo está barriendo los montoncitos que supieron juntar y que no dieron tiempo de descomposición o reciclaje.

Ahí arriba, el caminito de dominó perverso ya comenzó a desmoronarse ficha a ficha, poco a poco. Y los que creen que somos embudo, que consigan algo que les permita adherirse a lo que defienden y no salir chorreando por el pequeño hueco, porque nadie asegura situación alguna fuera de él.

Cada uno tiene su receta, su forma de hacer para que se haga.
Tenemos que dar para seguir.
Estamos caminando al mismo tiempo que nos vamos desvistiendo para poder avanzar. Dándonos cuenta que lo que creímos necesario hasta el momento, no es prescindible para seguir. Dejar que las cosas que caen cuando chocan con la piel sean parte de una foto en un libro de historia, y abrir los cuerpos para poder llenarlos de algo que nos encienda y nos permita, por fin, sentarnos en una reposera a ver como el sol nos encandila diciendo “presente”.

El trueque de luz debe ser solo por luz a cambio.

Cambio de era, zambúllanse al cinturón.

lunes, 4 de marzo de 2013

Des- afinar


Sin duda andamos desafinados.

Algunos nacieron para desafinar, creyendo  que así el camino los posiciona en un lugar de astutos y raros. Pero quien crea una obra sabe muy bien cómo defenderla, quien se aprovecha de la obra de otros, falla en la segunda pregunta.

Cada paso que dan es un LA en 440.
Generan confusión, tensión, enojos temporarios, dolor de panza y se te llenan los ojos de lagañas si por casualidad te mantienen la mirada.
Son como los Leprechaun, donde los enfoques, desaparecen.
Lo que quieren es dejar su huella, una huella literal, como las del paseo de la fama de Hollywood, pero pies en vez de estrellas. Y ya cuando la estrella de uno se descuelga del cielo para convertirse en pie, la distorsión pasa de aplaudible a repudiable.

No hay cura para los desafinados, si pudieron robarle  8 Hz a la humanidad en su propia cara y hasta ahora nadie hace nada por ello, ¿quiénes se van a ocupar de darle cura y rehabilitación a los que componen la música de su vida bajo las negras nubes de una tormenta eléctrica sentaditos en un bote en altamar?.

Otros, desafinamos por  imposición. Pero somos de los que, como hormigas en el desierto, nos enchufamos a 432 y dejamos que el sol nos reviente los ojos. Le hacemos frente, y si duele, es mejor que duela lo que viene de lugares llenos de colores y olores, a que duela un relámpago en el medio de la Ruta 9.

Hay quienes se ajustan el cinturón, yo, me zambullo en él. 

miércoles, 27 de febrero de 2013

Explosión


Una persona que actúa como otra, de quién se cubre?

Si se cubre de otro, ¡qué dolor!. 
Es como aguantarse las ganas de hacer pis en la puerta del baño. Por más que aprietes las piernitas, llega un momento que se te acalambran, te pones pálido, te transpira la frente, se te junta la cabeza con la rodilla ¡y el baño está libre!. 

Y lo asqueroso, algún día sucede, la vejiga revienta, algún día revienta.

Lo peor, es que mientras esperan en la puerta del baño y les preguntas qué hacen, contestan cosas como “yoga”, “practico una posición nueva del kamasutra para reventarte amor”, “estoy tratando de acordarme de algo y no puedo”, “pienso”… 

Tan difícil es decir “me estoy meando pero por alguna pelotuda razón no entro al baño”?.
Porque en definitiva,  actuar como otro delante de otros es una razón pelotuda de no bancarse a uno mismo, y es al pedo, porque al único que le va a reventar la vejiga es a quién aguanta, no al que pregunta. 

Pero, cuando las cosas que tienen cosas adentro revientan, salpican. Y no todos llegan a tiempo a abrir el paraguas, o al menos, ponerse un piloto. Y no vas a andar por la vida con piloto por las dudas que algún vejiga explote, perdón, que alguna vejiga explote..

Pero, si en todo caso, estás en el lugar equivocado, a la hora equivocada y el “yo verdadero” de otra persona te cae encima en forma de explosión, pensa que todo sirve, hasta la bosta para el abono.

Hay gente que no sabe vivir en comunidad. Somos pocos los que vivimos en la época equivocada, hay muchos que se merecen ésta.

jueves, 21 de febrero de 2013

Sol-edad


Soledad. Cómo una palabra que comienza con lo que más ilumina puede ser algo tan oscuro?.

Porque, por la luz que uno irradia, te puede mantener claro por un tiempo, pero si la batería no se recarga, tarde o temprano, se termina. Y las baterías que no se cargan por mucho tiempo, a la larga, dejan de servir. Y el ser humano no está hecho para no cumplir función alguna.

A veces, uno roba luz de otros seres, como aquellos que se cuelgan de los cables para tener 800 canales con los que escaparse de la vida, o morir en el intento del interminable zapping.

Pero el hurto de luz es un delito que se paga con distancia, cuando el hurtado se da cuenta de que se le engancharon de su vida.

Distinto es, que el otro comparta su luz y ésta se regenere con el ida y vuelta, pero ahí no hablaríamos de soledad.

Lo más fácil en estos casos de persianas bajas es la distancia, el aislamiento, el auto secuestro en uno mismo. El sentarse a esperar que todo pase, porque es más fácil, porque da protección. Pero nada en esta vida es seguro aún quieto, con los años, te pueden salir escaras de tanta inmovilidad, o lo que es peor, de la nada, la pata de la silla se puede romper de tanta fuerza tirada hacia abajo.

Porque es más fácil tirar hacia abajo, con el fin de no se,  llegar a China, como nos decían de niños, y allí comenzar una nueva vida, así como por arte de magia, que intentar sacar los brazos por el techo.

La soledad, duele, hace que ya ni nos desnudemos ante nosotros mismos. Hace sentir que ni nosotros mismos existimos y la idea de que al cruzar la puerta la máquina sigue girando, desaparezca. Y lo peor es que si! Sigue girando! El tiempo no espera, no espera el colectivo al que viene corriendo hace dos cuadras, menos esperará el tiempo  a quién no asoma la cabeza al día.

Lo que si es cierto, es que si te olvidas de los otros, está clavado que te vas a sentir solo.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Puzzle


En el puzzle humano, sin duda la parte más difícil de encontrar es la cabeza.
Esa pieza, no viene debajo de las tapas de gaseosa, en un alfajor y mucho menos en un postrecito o% grasas trans.

Cuántas personas creen que pueden vivir varias realidades paralelas sin que una se cruce con la/s otra/s en algún momento?. Porque en algún momento, cuando uno se sienta a cagar en su casa, y se encuentra entre el inodoro y su culo, ahí la realidad es solo una. La original, la que se sueña con vivir pero se esconde. Entonces, vivir para  hacer realidad sueños no soñados?  .

Y obviamente, esos sueños no soñados, tienen un personaje principal, una escenografía, un contexto y varios actores de reparto. Actores que se contratan con el alto precio de la bajeza, se endulzan los oídos de los que al casting se presentan, mientras por debajo se les pasa el libreto a estudiar. Y el elegido  llega a su casa, feliz por el papel conseguido, va hojeando el texto en el bondi. Abre el portón de casa, y por la ventana se puede ver como con alegría lo saludan mientras el elegido revolea las hojas como pañuelo en despedida de barco.

En ese momento se siente que es el mejor papel que podía conseguir. Ensayos, trabajos, dedicación y lo más importante, tomarse en serio la oportunidad.

Y llega el día, el momento esperado, ese olor que se desparrama cuando se abre el telón, medio mezclado por polvo y años.
La luz se enciende,  el centro del escenario, vacío.
No está el protagonista. 

El público mira ansioso, pasan los minutos, y comienzan las incomodidades. Silbidos, revuelo, movimiento de piernas descruzándose, cuerpos cambiando de posición.
Ahora sí, enojo.

El protagonista no vino, quedó atrapado en su obra de vida, la que lo avergüenza y por la que quisiera poder  juntar la gente que ahora, poco a poco van dejando la sala.

En el puzzle humano, sin duda la parte más difícil de encontrar es la cabeza.


lunes, 18 de febrero de 2013

Rayuela


Muchos de los juegos que aprendemos en la infancia, se convierten en pilares fundamentales de nuestras vidas, pero perdiendo la inocencia y el disfrute con el que originalmente fueron creados.


No hay mejor ejemplo que la rayuela, donde uno puede dibujar la vida con tizas en el piso. 

Arrancar desde la Tierra tratando de embocarla siempre, de ir dentro de los parámetros establecidos, rodando en un cuadrado que limita si estás de un lado o del otro.


A veces, uno se acerca a las personas oficiando de los casilleros 4 y 5, porque los vemos, y los sentimos venir en una pata desde el 1, con el sudor en la frente y el cansancio de cargar el peso de una vida en un pie. Agitados, por los cruces, los momentos, las historias, los miedos y las mejores alegrías. Darles la chance de apoyar los dos pies, doblar un poco las rodillas ¡que alivio!.


Pero como en todo juego, en la cabeza del jugador solo importa ganar y con solo una piedra dentro del 6 ya sos historia, y más sabiendo que enseguida están el  7 y 8.
Para qué preocuparse por el primer descanso que otorgamos, si enseguida llega el otro?. Pero nadie piensa que no se podría llegar, tal vez, al segundo descanso sin haber parado antes. Eso no importa, lo que importa es que ahora estas con los dos pies bien apoyados, contento, radiante, ¡feliz!, pero a no olvidarse que por más descanso, en el orden que sea, al cielo se llega solo.


Pero si se puede elegir, yo me quedo con esta Rayuela " Qué es lo absoluto, Horacio? - Mira - dijo Oliveira-, viene a ser ese momento en que algo logra su máxima profundidad, su máximo alcance, su máximo sentido, y deja por completo de ser interesante "


De eso vive


Ahora me pregunto, de qué viven esas personas?. 
Qué es lo que los motiva?.

Porque tienen lo que eligieron, a menos que hayan elegido sin querer. 
Ahora, cómo mantener la voz inquebrantable cada mañana al despertarse y ver a quién no eligieron arrugándoles las sábanas?.

Si saben cocinar, bueno, al menos llenan sus estómagos de esos problemas convertidos en comida, materializados en comida, y viven vida de bulímicos esperando el momento justo para que sus dedos hagan lo que saben.

Cuando se duchan, los pelos de ese ser extraño y no deseado se les enredan en los dedos de los pies, así como haciéndose notar que están, aunque no quieran, están. Y aunque los saquen, mañana volverán a estar.

Encima de todo, hay que desearles feliz cumpleaños, comprar un regalo para alguien a quién ni siquiera se le regala honestidad, sinceridad. Hay que trabajar para mantener al indeseable, para que al indeseable no le falte nada, para que pueda darse un gustito, para que sonría y que solo resalten sus dientes, sin saber, sin interesarles que esconden detrás
.Tener la libertad de que lo intangible no ata cuando no se elige queriendo y no aprovecharla. Eso no es vida.

Vivir esperando ese momento para dejar de vivir la vida que eligieron y todavía la eligieron sin querer. Eso no es vida.

Vaya a saber uno de qué carajo viven.