miércoles, 26 de septiembre de 2018

Que algo me despierte

Al principio no podía dormir, y ahora pido a gritos ahogados que algo me despierte. Grito sola en mi cabeza , o donde sea que ocurran los sueños de mierda.
Es la segunda noche que me pasa. Y por primera vez me revuelve el estómago ver como se ríe. Porque se ríe horrible y mira para el costado cuando le hablas. Es tan igual y tan real ahora, que el Déjà vu me aprieta los ojos.

Por suerte hay sol hace dos días también, porque mis sábanas no se despegan fácilmente cuando al fin despierto.


Donde duermo es aislado, pero igual escucho el viento hacer quilombo afuera. Y un poco de miedo me da. El océano es hermoso pero tenebroso muchas veces. Hay que llevarlo con respeto, amigarse y entenderse. La vida misma es mi habitación, tan blanca, con el Flaco en cada pared que tan bien me hace mirar cada vez que estoy acá adentro. 

Cada vez estoy menos acá adentro. Vengo a dormir ahora que puedo, pero me cuesta despertar. 
Ese momento de consciencia, de saber que es un sueño pero no poder controlar el retorno, de saber que en el momento que abra los ojos, las imágenes al menos se van. Porque las sensaciones quedan eléctricas como cuando se te despierta el pie dormido. La violencia misma son mis sueños hace dos días, sin golpes afuera pero desgarros y calambres por dentro.
Aún no se me va el hormigueo después del primer despertar ¿será que tengo el pie aún dormido?.
Que algo me despierte sin miedo y sin sudor.
Que soñar vuelva a ser un proyecto por cumplir y no un deseo de nunca más dormir.

sábado, 25 de agosto de 2018

La sonámbula


Me hice experta en caminar, al tanteo, a oscuras,  y tener protegido el dedo chiquito del pie. Cuando te entran por la azotea, poder proteger algo propio, por mas pequeño que sea, es un privilegio. Y tener hoy en día un privilegio, no es fácil.

Soy sonámbula noche y día,  y aunque me cago de miedo, camino firme.
Conservo la palidez típica de una sonámbula, encima mi pelo es oscuro y largo, ando bastante descalza, pero no cargo un vestido blanco fantasmal. No es que no me gusten los vestidos, es que deje de dormir en invierno.
Quiénes si se durmieron muchas veces fueron mis brazos, como si los hubiese metido en un hormiguero, donde en vez de tirarme agua me tiraron con arena. Y así, raspando, ardiendo y sangrando, todavia puede leerse en uno de mis brazos que la revolucion es con amor.

Por más que parezca un robot, con movimientos limitados y reiterados, por suerte no lo soy. Y pude comprobarlo aquella primera noche que, al tanteo, metí la pata en un charco de agua de lluvia que se coló por un techo en llamas. No hubo chispazo ni cortocircuito, solo frío y humedad.

Todas las agujas están enloquecidas, giran sin parar y cambian de direccion en un abrir y cerrar de ojos. El reloj, la brújula, la aguja y el hilo que tratan, a los tirones, de cerrar un agujero.

Soy una sonámbula de día y de noche. Que sube y baja escaleras. Que se mete al mar y se sienta en los medanos. Que va y que viene, buscando entre sus cachos de carne y piel, el botón que dice: MODO VIVIR

Si me ves por ahí perdida, abrazame fuerte, seguro esos segundos de brazos entrelazados y ojos cerrados me recuerden como era dormir en paz.