Me desperté y me dormí tantas veces por miedo a que se
apague, que los ojos ya no sabían si cerrarse o quedarse a medio levantar.
Me miré tan quieta que me asusté, se me había hecho
costumbre y casi creí que era vital el movimiento abdominal causado por tanta
risa, de esa que te agarras la panza porque necesitas hacer presión para que la
estallada calme, y aun así, toses medio atorado y seguís riendo.
Te miré tantas veces para saber si eras quien creía y quién
quería que aparezca.
Acomodé el pelo como acto de prolijidad disfrazando un sano
gesto de caricia. Pasé mi energía y recibí del afuera por medio de las
extremidades, fuerte y abundante, gran caudal de vida rellenándome el alma sin
fondo. Y eso que yo en el alma mucho no
creo.
Me duermo tantas veces pensando que me voy a despertar otra
vez, que a veces es tan intenso el deseo que duermo, profundo, infinito y mi
cabeza descansa de querer despertar.
La primavera me entró por el oído, en forma de susurro y me
sacó la ropa de la historia para dejarla
en un piso húmedo de alcohol.
Ahora cierro los ojos y los froto, no se, esperando que tal
vez salga el genio que cambie de canal.