domingo, 24 de marzo de 2013

Yo, sueño


Todavía sueño con que la gente no tenga que pagar por lo que encuentra mirando por la ventana.

Y a veces cuando estoy en medio de esos sueños, las personas lo obtienen pero sin siquiera abrir la ventana. Solamente lo miran, lo admiran, se les mete en el cuerpo el color, el sabor, el olor, y lo consiguen.

Algunas escenas que mi mente recrea, ocurren en el espacio compartido, al aire libre. En una montañita de pasto medio pelada, que da una vista bastante repleta. Casas, edificios, arboles, antenas, postes de luces encendidas y de los otros. Desde allí se puede armar y desarmar a piacere la imagen, sacar una antena de al lado de una casa para ponerla en el medio del lago. A la vez sacar el lago y ponerlo arriba de un árbol que está plantado al revés, con las raíces en contacto directo con el sol. En la mitad del poco cielo que se ve hay sol, en la otra mitad hay olas. Lo divertido, es que cuando ese sueño termina, todo queda así, y si alguna vez lo puedo retomar, la máquina del tiempo me deja el juego como la última vez.

A veces, sueño que estoy soñando.
Que si cierro los ojos y los aprieto bien, puedo sentarme a jugar con la ciudad.

Todavía sueño con la utopía de que lo que necesitamos ya lo tenemos, pero no en forma de utopía. 

viernes, 22 de marzo de 2013

Semáforo


El encuentro es para mi, el mejor momento del día.

Siempre nos encontramos con alguien, donde sea, quien sea.
A veces nos  sorprende, por el tiempo en que la hora en la que salimos de nuestras casas coincide con la hora en la que alguien pasa por la puerta de tu casa en el auto y justo te ve. Pero a veces nos sorprende porque, ese momento en que ibas por las esquina  y te acordaste que no llevabas llaves, volviste, agarraste las llaves y de nuevo a salir, te puso en el mismo lugar que alguien pisa , todos los días después de que vos en hora cruzaste.

A veces nos sorprende entrando en un lugar donde uno decide sentirse pleno, donde uno explota y revienta de todo y todos, y esparce lo que es por  los rincones. Y esos nidos donde hay más gente revoleando sus cosas por el aire, provocan que mis cosas y tus cosas en algún momento se mezclen. Y que cuando yo vaya a juntar lo mío, pueda darme un cabezazo con vos, que en el mismo momento te agachaste a juntar lo tuyo. Y esos golpes de la vida, son los lindos acomodos. Ese momento en que todo se equilibra, se ordena. El momento del poder. Un simple revoleo de ojos hace que todo vaya a su lugar a lo Matilda. Listo, es la palabra central que faltaba en el crucigrama para poder arrancar.

Y como todo crucigrama, a partir de eso, el resto de las palabras pasan si  o si por la principal. Se cruzan. Otra vez enredos. Otra vez mezclar mi costumbre de ponerle limón a la sopa, con tu costumbre de tocarte la pera cuando pensas con los ojos abiertos. Cruzar mi gomita del pelo negra con la tuya del mismo color y no tener problema de equivocarse al otro día. Uno permite esos errores cuando se choca de frente con un acomodador.
Cruzar todo lo que no sé y no espero, con todo esto que traigo encima desde que arrancó el camino. Este camino que como mochilera voy recorriendo, donde tengo mi propio “salón de los pasos perdidos” ambulante. Huellas de tod@s, y algún que otro muerto en alguna bolsa que por suerte, no se podrá identificar, así encuentren la caja negra.

Dobles vías, rotondas, cinco cruces, pasos nivel, caminos. Oportunidades. El semáforo siempre pasa de amarillo a verde.

domingo, 10 de marzo de 2013

Cinturón


Nuestros mundos se están sacudiendo.
Está creciendo algo que necesita cosas de nosotros para poder ser. Cosas que tenemos que dejar, así como una ofrenda.

Estamos en procesos de cambio, pata en el acelerador, los ojos bien abiertos y a ver que pasa.
Momento de evolución para unos, involución para otros.
Algunos estamos pasando, otros quedarán y serán una foto de lo que fuimos.
Dice una murga “cambio de siglo, ajústense los cinturones”. Cambiaría “siglo” por “era” y el “ajústense los” por “ajústense al”.

Allá enfrente están ardiendo y de un soplido algo está barriendo los montoncitos que supieron juntar y que no dieron tiempo de descomposición o reciclaje.

Ahí arriba, el caminito de dominó perverso ya comenzó a desmoronarse ficha a ficha, poco a poco. Y los que creen que somos embudo, que consigan algo que les permita adherirse a lo que defienden y no salir chorreando por el pequeño hueco, porque nadie asegura situación alguna fuera de él.

Cada uno tiene su receta, su forma de hacer para que se haga.
Tenemos que dar para seguir.
Estamos caminando al mismo tiempo que nos vamos desvistiendo para poder avanzar. Dándonos cuenta que lo que creímos necesario hasta el momento, no es prescindible para seguir. Dejar que las cosas que caen cuando chocan con la piel sean parte de una foto en un libro de historia, y abrir los cuerpos para poder llenarlos de algo que nos encienda y nos permita, por fin, sentarnos en una reposera a ver como el sol nos encandila diciendo “presente”.

El trueque de luz debe ser solo por luz a cambio.

Cambio de era, zambúllanse al cinturón.

lunes, 4 de marzo de 2013

Des- afinar


Sin duda andamos desafinados.

Algunos nacieron para desafinar, creyendo  que así el camino los posiciona en un lugar de astutos y raros. Pero quien crea una obra sabe muy bien cómo defenderla, quien se aprovecha de la obra de otros, falla en la segunda pregunta.

Cada paso que dan es un LA en 440.
Generan confusión, tensión, enojos temporarios, dolor de panza y se te llenan los ojos de lagañas si por casualidad te mantienen la mirada.
Son como los Leprechaun, donde los enfoques, desaparecen.
Lo que quieren es dejar su huella, una huella literal, como las del paseo de la fama de Hollywood, pero pies en vez de estrellas. Y ya cuando la estrella de uno se descuelga del cielo para convertirse en pie, la distorsión pasa de aplaudible a repudiable.

No hay cura para los desafinados, si pudieron robarle  8 Hz a la humanidad en su propia cara y hasta ahora nadie hace nada por ello, ¿quiénes se van a ocupar de darle cura y rehabilitación a los que componen la música de su vida bajo las negras nubes de una tormenta eléctrica sentaditos en un bote en altamar?.

Otros, desafinamos por  imposición. Pero somos de los que, como hormigas en el desierto, nos enchufamos a 432 y dejamos que el sol nos reviente los ojos. Le hacemos frente, y si duele, es mejor que duela lo que viene de lugares llenos de colores y olores, a que duela un relámpago en el medio de la Ruta 9.

Hay quienes se ajustan el cinturón, yo, me zambullo en él.