Todavía sueño con que la gente no tenga que pagar por lo que
encuentra mirando por la ventana.
Y a veces cuando estoy en medio de esos sueños, las personas
lo obtienen pero sin siquiera abrir la ventana. Solamente lo miran, lo admiran,
se les mete en el cuerpo el color, el sabor, el olor, y lo consiguen.
Algunas escenas que mi mente recrea, ocurren en el espacio
compartido, al aire libre. En una montañita de pasto medio pelada, que da una
vista bastante repleta. Casas, edificios, arboles, antenas, postes de luces
encendidas y de los otros. Desde allí se puede armar y desarmar a piacere la imagen,
sacar una antena de al lado de una casa para ponerla en el medio del lago. A la
vez sacar el lago y ponerlo arriba de un árbol que está plantado al revés, con
las raíces en contacto directo con el sol. En la mitad del poco cielo que se ve
hay sol, en la otra mitad hay olas. Lo divertido, es que cuando ese sueño
termina, todo queda así, y si alguna vez lo puedo retomar, la máquina del
tiempo me deja el juego como la última vez.
A veces, sueño que estoy soñando.
Que si cierro los ojos y los aprieto bien, puedo sentarme a jugar con la ciudad.
Que si cierro los ojos y los aprieto bien, puedo sentarme a jugar con la ciudad.
Todavía sueño con la utopía de que lo que necesitamos ya lo
tenemos, pero no en forma de utopía.