miércoles, 26 de junio de 2013

Wait!

De las cosas que más me aburren en la vida se encuentran: contar las cartas de un mazo antes de empezar a jugar  para saber si están todas, desenredar el cable de los auriculares, secar cubiertos y esperar a que se seque el liquid paper.

De las cosas que más me cansan se encuentran: limpiar los azulejos del baño, subir escalones muy altos, la televisión y esperar el bondi.

Si bien, la última no requiere de un esfuerzo físico más que sentarse en una parada, necesita del esfuerzo más grande que existe en el mundo, el de esperar.

El que espera no desespera dicen, no es mi caso.
No solo me pone de los pelos, sino que también me hace perder.
Pierdo momentos, horas de sueño, tiempo.. pierdo mucho y valioso tiempo ahi parada, mirando cosas que no me llaman la atención, girando sobre un mismo cuadro, sentándome, parándome, solamente por un motivo: el bondi.

Y así pasa con todo lo que espero.

No se quién inventó que esperar era bueno, alguien que definitivamente no entiende que lo que se va en una sala de espera, no se recupera al entrar a la consulta.

El tiempo que se espera por amor, no se recupera cuando se logra el beso, la mirada, el tacto, al contrario, se corre el riesgo de que uno se olvide que esperaba.

El tiempo que se pierde esperando una respuesta, puede significar que se terminen las preguntas, o encontrar nuevas respuestas que deforman la pregunta inicial y se complementan con nuevas hipótesis confirmadas.

Todos sabemos que el precio que pagamos por vivir es invertir el tiempo, es cambiarlo por lo que nos deslumbra, nos llena de luces y nos acelera la sangre. Pero el tiempo es como el agua, si no se emplea de forma consciente y aprovechable, ya no vuelve, no se regenera, se pierde.

Así como deberíamos cuidar los recursos deberíamos cuidarnos a nosotros de no quedarnos sin el mayor de ellos, el tiempo.

viernes, 21 de junio de 2013

Quiero vale cuatro


Si el camino de Virgilio fue capaz de volverse un mar de caras y lo llevó hacia el infierno, ¿por qué el nuestro no puede tener un par de baches, montañas y cortes de luz?. ¿ Por qué siempre tenemos que sentir que estamos en el desierto donde llueve fuego como Ulises?. Todavía es agua lo que nos cae, y eso tiene que ser valorado.

Como también tiene que ser valorado cada esfuerzo, cada movimiento, cada puesta energética en algo o alguien. Pero tiene que ser valorado por nosotros mismos, y eso es lo único que nos va a servir en esta ruta para poder seguir. Porque para el que no ve lo hermoso que uno es en las cosas que hace, resulta muy fácil, para aquellos que tienen el núcleo helado, enfriarnos la sangre. Y no hay nada peor que una gran recipiente lleno de amor a punto escarcha. Porque pesa, duele y contagia. Congela todo lo que toca, todo lo que ve, todo lo que piensa. Y a veces somos nosotros los que bailamos en el pensamiento de una cubeta de hielo, de esas que hace años están en el freezer del Universo, que por más que se descongele una vez cada tanto, como la heladera de mi casa, nunca van a lograr vaciarse y volverse a cargar, si ellos no lo permiten, si ellos se quedan en eso de que “el hielo es solo para enfriar”

Y esas mismas personas son las que se olvidan de que antes de ser árbol fueron semilla. Semilla a la que alguien regó, le cantó, le habló cada tarde y creció a la par disfrutando de la sombra que comenzaba a dar. Y quien te dice que no puedan ser ellos mismos los que mañana se pongan a sembrar.


Hoy el individualismo nos come los talones que maravillosamente tapamos con grandes zapatos para disimular que cada día tenemos el pie más chico. 
Hoy importa estar en el escalón más arriba, así no sea el de la cima, pero si adorar ser el dueño de una vista que no se pretende compartir y conformarse con el eco como respuesta ante un “qué hermoso es todo desde acá!”.  
Hoy importa cortar menos diez en la primera mano, cuando todos van 98, para ganar, aunque la conga se termine. 
Hoy la gente no acepta un re truco por miedo a perder, porque antes de dejar las cartas y empezar de cero con la hoja en blanco, prefieren  retirarse victoriosos y nunca más volver a jugar.

jueves, 6 de junio de 2013

Nosotros los colores

Cuando el dolor es inminente los cuerpos se caen, las pieles se derriten, solo queda lo que somos, y perfectamente podemos mezclarnos y ser otro o ser un todo.

Porque está bien que deba existir un código de supervivencia y equilibrio, en donde las malas actitudes o las máquinas escupeenergíaspesadas no abunden.
Está bien que se establezca una unión de confianza, de respaldo, apoyo y recarga.
Es necesario que nos respetemos como personas de cuerpo entero y vestido, pero no nos olvidemos que también tenemos que respetarnos del lado de adentro.

No por tener una mala experiencia con otra persona, las próximas que te interrumpan el paso van a ser iguales, ni tampoco es uno que marca la tendencia a rodearse de las mismas. Es la necesidad del otro ser por descargar en uno lo que no puede resolver consigo mismo. Y esa gente va a las fuentes de energía más cercana que tiene, así sea la persona que más presente estuvo. Son como celulares con la última raya de batería que buscan a todo o nada un cargador, así tengan que hacerlo explotar mientras ellos puedan quedar con la pilita llena.

Pero así como ellos, nosotros también necesitamos de otros para poder recargar y seguir. Solo que lo hacemos de diferentes maneras y muchos, con el fin de que sea renovable y sirva para las dos puntas del canal, para el que emite y para el que recepta.

Cuando las cosas se ponen pálidas es cuando todo esto desaparece o debería desaparecer. Aceptándonos como parte de un todo, un algo maravilloso que no para de irradiar energía, de canalizar y transmutar. Cada uno de la forma que le sale, pero saliendo al fin. Es como cuando el rayo de luz blanco atraviesa un prisma óptico  y se separa en muchos colores, lo mismo. En este caso nosotros seríamos los colores y necesitaríamos llegar todos juntos al prisma para ser uno solo recargado, fuerte y resistente.

Si todos, por un momento, tomásemos al otro como un semejante y no por lo que significa según sus actitudes, nunca quedaría alguien en banda cuando más lo necesita. De esta manera evolucionaríamos como especie y estaríamos dando un gran paso hacia una nueva era.

El mundo está lleno de amor, de fuerzas y vientos de cambio, hay que estar atentos porque mientras acá la quedamos, allá arriba las lucesitas no paran.