Y así estaba, colgando de mis propias cuerdas vocales.
Revoleando las patas en el vacío.
Siempre quise subir a un pico de montaña que
quede sobre las nubes, estar en lo más alto que se pueda.
Y ahora, que de nubes
se rodearon mis pies, me di cuenta que no es llegar alto, es ver desde arriba,
y para alcanzarlo solamente tuve que ponerme al revés.
Y ahora que ya estuve
allá y acá, mientras mis patas siguen batiendo a nieve, porque confío que
cortando el hilo se desatan las cuerdas, me pongo a mecer y convierto en
trapecio y catapulta, lo que antes me amarraba.
Y así como en la plaza,
me
hamaco bien fuerte y salto,
puedo volar por un instante,
y siempre,
siempre
caer
de pie.