Toneladas de insultos como bombas de alquitrán en una linda
pared blanca, forman un tren que no descarrila sino hasta el momento en que se
da contra algo muy grande, fuerte, resistente.
Pero donde la entereza nos juegue una mala pasada el choque puede ser tremendo.
Pero donde la entereza nos juegue una mala pasada el choque puede ser tremendo.
Tren humeante y contaminante que traza caminos de bajezas y
desesperación y chilla por frías vías.
El dolor es pasajero estrella de este viaje. Es él quien
tiene, además de cómodo sillón, un taburete a medida para descansar los pies
destrozados de tan mal caminar.
La inferioridad lo codea y le agradece el pase libre que éste le regaló, para poder acompañarlo durante las horas más tensas que se avecinan.
El conductor, una cabeza que sangra, donde los ojos ya son uno solo y la nariz de tantas mentiras ahora ocupa el lugar de la boca, donde antes, alguien sonrió.
La inferioridad lo codea y le agradece el pase libre que éste le regaló, para poder acompañarlo durante las horas más tensas que se avecinan.
El conductor, una cabeza que sangra, donde los ojos ya son uno solo y la nariz de tantas mentiras ahora ocupa el lugar de la boca, donde antes, alguien sonrió.
La eternidad es la meta fija de este crucero siniestro.
El egocentrismo, la indiferencia y el odio se mezclan con el
fuego que permite que las ruedas no dejen de girar, sacando chispas que
encandilan todo alrededor.
El vendedor turístico que invita a la travesía al bajo costo
de la necesidad. Y la luz, que se llena de humo.
Todos sabemos de este tren. Algunos subieron y se dieron
cuenta después de pocas cuadras, que la máquina gira en círculos y advirtieron,
que en cualquier momento, donde uno frene sin querer, el tren choca contra si
mismo y la explosión puede ser letal.
Pero no se desespere oscuro pasajero, siempre hay una
ambulancia de amor cuando el humo se va.
Siempre hay una estación para poder bajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario