jueves, 29 de agosto de 2013

El "afuera"

Hay veces en que uno quiere huir del mundo, escapar, correr despavoridos de este lugar, que es el único lugar aparente que tenemos. Lleno de recovecos, altos y bajos, repleto de figuras enormes donde poder camuflarnos.

Están los que sostienen que  huir,quiere decir cambiar lo que refleja un espejo, un vidrio o el recuerdo mismo. Se rapan, se agujerean, usan túnicas, se visten, se desvisten, se sacan, se ponen, se miran y no se reconocen.

Están los que corremos para adentro, como cuando nos retaban de niños porque estábamos haciendo algo afuera que no correspondía, como cortarle el pelo al perro, cruzar la calle sin permiso para ir a buscar la pelota o comer tierra, esas cosas de niños revolucionarios que teníamos;  y ante el grito de “si te agarro te matooo” de algún mayor responsable, siempre, pero siempre, corríamos para adentro, es más, si era posible a la habitación, donde uno creía que era su muralla, su trinchera.
Y las cosas que se aprenden de niño, uno nunca se las olvida. Por eso existimos esos que cuando queremos escapar, recurrimos a nuestra trinchera. Historias perfectas. Un encuentro, un amor. De golpe colores, arboles, flores, ríos. Noches con estrellas fijas y “de las otras”. Sinceridad. Abrazos. Y de pronto la trinchera interna parece un auto de circo, donde comienzan a aparecer personas, personajes, reales, inventados, reales con detalles inventados. Fiesta. Papelitos. Lluvia de esa que no te deja un resfrío después. Flores. Abrazos.

Nunca faltan aquellos que  corren y corren atrás de su cola, hasta que alguien les cierra el portón  y terminan encerrados del lado de afuera del adentro del que querían escapar.


Y hay quienes se la bancan, y no dejan de luchar por hacer algo de lo que nadie se quiera escapar.