jueves, 21 de febrero de 2013

Sol-edad


Soledad. Cómo una palabra que comienza con lo que más ilumina puede ser algo tan oscuro?.

Porque, por la luz que uno irradia, te puede mantener claro por un tiempo, pero si la batería no se recarga, tarde o temprano, se termina. Y las baterías que no se cargan por mucho tiempo, a la larga, dejan de servir. Y el ser humano no está hecho para no cumplir función alguna.

A veces, uno roba luz de otros seres, como aquellos que se cuelgan de los cables para tener 800 canales con los que escaparse de la vida, o morir en el intento del interminable zapping.

Pero el hurto de luz es un delito que se paga con distancia, cuando el hurtado se da cuenta de que se le engancharon de su vida.

Distinto es, que el otro comparta su luz y ésta se regenere con el ida y vuelta, pero ahí no hablaríamos de soledad.

Lo más fácil en estos casos de persianas bajas es la distancia, el aislamiento, el auto secuestro en uno mismo. El sentarse a esperar que todo pase, porque es más fácil, porque da protección. Pero nada en esta vida es seguro aún quieto, con los años, te pueden salir escaras de tanta inmovilidad, o lo que es peor, de la nada, la pata de la silla se puede romper de tanta fuerza tirada hacia abajo.

Porque es más fácil tirar hacia abajo, con el fin de no se,  llegar a China, como nos decían de niños, y allí comenzar una nueva vida, así como por arte de magia, que intentar sacar los brazos por el techo.

La soledad, duele, hace que ya ni nos desnudemos ante nosotros mismos. Hace sentir que ni nosotros mismos existimos y la idea de que al cruzar la puerta la máquina sigue girando, desaparezca. Y lo peor es que si! Sigue girando! El tiempo no espera, no espera el colectivo al que viene corriendo hace dos cuadras, menos esperará el tiempo  a quién no asoma la cabeza al día.

Lo que si es cierto, es que si te olvidas de los otros, está clavado que te vas a sentir solo.

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