Se despertó por cuarta vez en la noche
y todavía no eran las 3 de la mañana. Algo bastante denso estaba
ocupando la habitación, metiéndose en su sueño y dejándola en un
estado de alta sensibilidad y debilidad, de acceso. Ésta vez fue la
sábana zafándose del colchón, lo peor que le puede pasar cuando sus
pies sudan hielo. Intentó con el dedo gordo, haciendo una especie de
pinza con el mayor, pero ya al pensarlo se notaba el fracaso.
Así
que se sentó en la cama y por debajo del acolchado intentó
solucionar el inconveniente recurriendo a una pose de pilates, en la
que sabía que más que a sus rodillas, los brazos no le llegaban.
Hizo de todo para no bajar los pies de la cama y comenzar, por cuarta
vez, a temblar como las casi transparentes cortinas cuando hay
tormenta. Temblar pero no saber por qué. Si por algo terrible que
sucederá en instantes, o por algo que la hizo razonar en sueños
soluciones aparentes en la realidad, de ellos. Pero siempre temblar
es de miedo a primer golpe de vista, de llanto apretado, que como
goteras en inviernos de baldes y ollas, comienzan a desbordar el todo
ya completo y lo que sigue es temblor. Temblar de lágrimas pegando
de un lado al otro pidiendo a golpes que las dejen salir, y que nunca
más las tenga tanto tiempo ahí apretadas, no sea cosa que en vez de
a los ojos se vayan al corazón y no volvamos de la inundación. Y
bueno, de última, estaba en su cama ésta vez, en su habitación y
con la mitad del colchón ocupado (ser que camaleónicamente se
camufla en el sonido ambiente de una transitada avenida de Capital
Federal). ¿Qué podía pasar? No será justamente ahora que viva una experiencia que le arruine la existencia o la despierte
demasiado. No será hoy el día de ver algo que no se vaya aún
cuando cierre los ojos.
- No es tan difícil, bajás, levantás
el acolchado de la punta, estirás la sábana, la enganchás a la
cama y fin de la travesía.
- ¿Pero sabés lo que dura cada
segundo cuando uno baja los pies a la madrugada en una enorme y
oscura casa?
- ¿Cuándo se dejarán de usar los
pisos de madera?.-
Todo eso pasaba por su mente mientras
miraba hacia el piso, como un náufrago que se despierta en su balsa
en medio de algún océano oscuro y horrible.
-Todo ésto pasa porque no tomé la
homeopatía.
Pensó en voz alta, como queriendo que esa densidad que
abrumaba el cuarto, escuche que ella estaba hablando de otra cosa, que
era una mujer decidida; y automáticamente puso la mano en el cajón
de la mesa de luz.
Hace 10 años padecía la ritualidad de
la homeopatía. Desconfiaba tanto que prefería confiar más en la
naturaleza que en ella misma. Recostada en la pared, con sus pies aún
bajo resguardo de la calidez de una cama compartida, Contó 20, pero
dejó caer 37 gotas bajo su lengua. Fue el oasis en el desierto. El
trago de valor que hacía falta para seguir. Ubicó en el espacio, la
distancia hacia la pantufla, y velozmente puso sus dos pies en una
sola ,la otra requería unas cuantas centenas más de valor,
estaríamos hablando de litros, había quedado al lado de la puerta.
Listo, ya estaba, inmóvil sobre 38/40
cm de tela que casi no distanciaba al pie del piso. Aflojó sus
brazos, hizo una prueba de que ambos tenían la movilidad de siempre,
y se avalanzó sobre la punta del colchón. Velozmente levantó el
acolchado, la sábana de arriba y allí la sorpresa. La sábana de
abajo estaba perfectamente enganchada, de manera imposible de
desarmar durmiendo. No lo podía entender. La cuarta vez en una
noche, y ésta vez decidió enfrentar el tema, no así con la canilla
del baño perdiendo, la bolsa del supermercado arrollada cerca de la
ventana que no para de moverse suavemente por la habitación y mucho
menos con la puerta abierta del enorme piso de abajo. Y la sábana?.
Aún en su isla diminuta de tela tuvo el inconveniente de decisión.
Volver o quedarse.
3:40 am. Nada que una tos bien fuerte no ayude y
así obtener una reacción ruidosa, como la voz, en tantos minutos de
silencio.
bello hermoso !!! me encanto lau
ResponderEliminarImpresionante amiga querida, me encanto, segui escribiendo que me encanta
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